La superposición asimétrica de temporalidades en Cartagena: raíces histórico-estructurales de su estancamiento

La confluencia y simultaneidad de épocas o tiempos en el espacio del territorio hace referencia a cómo diferentes épocas, procesos históricos, culturas y dinámicas sociales

Por Dr. Robinson Rada Gonzalez0 comentarios
La superposición asimétrica de temporalidades en Cartagena: raíces histórico-estructurales de su estancamiento

La Confluencia de Tiempos en el Territorio: Una Complejidad Intrínseca

 

El territorio es un espacio de confluencia temporal, donde distintas épocas, procesos históricos, culturas y dinámicas sociales coexisten y convergen en un mismo lugar físico. Esta simultaneidad genera una complejidad que desafía nuestra comprensión, planificación y forma de habitar el espacio. En el análisis territorial, esta superposición de tiempos puede observarse desde múltiples perspectivas.


 

El Caso de Cartagena de Indias: Un Ejemplo de Asincronía

 

Cartagena de Indias ilustra de manera contundente cómo una ciudad puede quedar atrapada en una superposición desarticulada de múltiples tiempos. A pesar de su riqueza histórica y potencial humano, la ciudad vive una suerte de esquizofrenia temporal. Cada época histórica ha dejado capas que subsisten en el presente, pero no se han fusionado en una visión compartida de futuro.

Esta asincronía se manifiesta en diversos frentes:

  • Culturalmente, la ciudad está anclada en su pasado, en una suerte de patrimonio estático.

  • Socialmente, se ve lastrada por viejas desigualdades que no se han superado.

  • Ecológicamente, es vulnerable debido a descuidos que se han prolongado por años.

  • Institucionalmente, se muestra lenta e inestable, incapaz de mantener una dirección a largo plazo.

  • Económicamente, aunque avanzada, opera de manera excluyente.

Desde una perspectiva filosófica y antropológica, Cartagena sufre de “heterocronía”: la coexistencia de diversas temporalidades que no comparten el mismo horizonte de expectativas. En la práctica, esto significa que no ha habido un proyecto territorial integrador capaz de sincronizar estos ritmos dispares hacia un desarrollo armónico, donde lo cultural, social, ecológico-ambiental e institucional estén en sintonía.


 

Tiempos Diferenciales: Un Rasgo del Territorio

 

Los tiempos diferenciales son una característica inherente al territorio y reflejan cómo distintos procesos y actores interactúan de manera asincrónica, avanzando a ritmos diversos. No responden únicamente a diferencias entre la población o las instituciones, sino a una combinación de elementos que estructuran el espacio.

  • Ritmos Sociales y Culturales: Cada grupo social tiene su propio ritmo de desarrollo, influenciado por tradiciones, creencias y acceso a recursos. Por ejemplo, mientras una comunidad indígena puede estar enraizada en prácticas milenarias, una población urbana cercana puede estar inmersa en dinámicas globalizadas. La comprensión de esta asincronía es fundamental para diseñar políticas y planes que respeten la coexistencia de estas dinámicas.

  • Ritmos Institucionales y Políticos: Las instituciones suelen operar a ritmos más lentos debido a la burocracia, los procesos de planificación y los requisitos legales. Esto contrasta con la rapidez de las transformaciones sociales o tecnológicas. Un plan de ordenamiento territorial puede tardar años en formularse, mientras la expansión informal de la ciudad ocurre de manera espontánea y acelerada. Además, los ciclos políticos (de 4 años, por ejemplo) introducen dinámicas cortoplacistas que no siempre coinciden con las necesidades de largo plazo, interrumpiendo proyectos estratégicos.

  • Ritmos Ambientales y Ecológicos: Los ciclos naturales operan en escalas temporales largas que a menudo son ignoradas por las políticas públicas o los proyectos de desarrollo. Por ejemplo, la reforestación de un bioma puede tardar décadas, mientras que una urbanización que lo destruye puede ocurrir en meses.

  • Ritmos Económicos y Globales: Los procesos globales, como las inversiones extranjeras o el comercio internacional, se mueven a un ritmo acelerado, impactando economías locales que operan en tiempos más lentos. La llegada de grandes empresas puede generar un choque con economías rurales tradicionales que siguen ritmos propios.


 

La Planificación para la Sincronización

 

Superar este estancamiento exige, ante todo, reconocer estas asincronías como el problema central. Un diagnóstico honesto implica admitir que no basta con el crecimiento económico si el tejido social se desgarra, o que la exaltación del patrimonio histórico es insuficiente si se olvida la inclusión de quienes lo habitaban, expulsando el patrimonio cultural (inmaterial) de la comunidad (como en Getsemaní y el Centro Histórico).

Las políticas públicas, la academia, el sector privado y la sociedad civil deben converger en un esfuerzo por articular los tiempos. Esto implica:

  1. Sincronizar el desarrollo económico con las metas sociales, fomentando empleos dignos y reduciendo la exclusión.

  2. Encauzar la urbanización dentro de los límites ambientales, protegiendo zonas ecológicas críticas y reubicando a las poblaciones en riesgo.

  3. Aprovechar el acervo cultural no solo como recurso turístico, sino como eje de identidad y educación ciudadana.

  4. Fortalecer las instituciones para que piensen en las próximas generaciones y trasciendan los ciclos políticos cortos.

El desafío es "aprovechar la coyuntura actual" de prosperidad para diseñar políticas que disminuyan la exclusión social y preparen mejor a la ciudad para enfrentar amenazas como el cambio climático. Es decir, alinear el tiempo inmediato con el tiempo de largo plazo.


 

Un Futuro Compartido

 

La sincronización de los diferentes tiempos de Cartagena no ocurrirá de la noche a la mañana. Requerirá una visión de futuro que incorpore las lecciones del pasado y las urgencias del presente, un verdadero pacto social-territorial donde todos los sectores acuerden una ruta común. Esto implica un diálogo entre las “épocas”: que lo ancestral converse con lo moderno, que lo popular sea escuchado por lo institucional, y que lo ambiental modere lo económico, y viceversa.

La filosofía urbana nos enseña que las ciudades exitosas logran una cierta unidad en la diversidad temporal, donde el progreso tecnológico coexiste con la justicia social y la memoria histórica con la innovación. Cartagena, “La Heroica”, ha demostrado resiliencia a lo largo de siglos. Esa resiliencia debe ahora canalizarse para liberarla de la cárcel de los tiempos dispares. Solo cuando cultural, social, ecológico, instituciones y economía dejen de jalonar en direcciones opuestas y entren en compás, podrá la ciudad emprender un camino de desarrollo verdaderamente colectivo y sostenible, honrando su rico pasado, pero, sobre todo, construyendo un futuro compartido para todos sus habitantes.

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